La
hemofilia es un trastorno hemorrágico con disminución o ausencia de la
actividad procoagulante del factor VIII o del IX. La incidencia es casi
constante en las diferentes poblaciones, para la hemofilia A (HA) 1/5-10.000
varones y la hemofilia B (HB) 1/60.000 varones. Es la segunda enfermedad
genética hemorrágica más frecuente, después de la enfermedad de von Willebrand
(EvW), y la más frecuente de las entidades hereditarias ligadas al cromosoma X.
El fenotipo
de esta enfermedad es hemorrágico, se observan sangramientos en diversos sitios
de la economía condicionados fundamentalmente por los niveles del factor
deficiente. Este trastorno afecta casi exclusivamente a varones y las
portadoras son las mujeres, salvo algunas excepciones en que pueden aparecer
mujeres hemofílicas debido a fenómenos como la inactivación desfavorable del
cromosoma X, isodisomía o la concomitancia con un síndrome Turner, entre otras
situaciones clínico-genéticas.
Las hemorragias
músculo-articulares constituyen el sello distintivo de esta entidad, donde las
grandes articulaciones suelen ser diana de sangramientos frecuentes; las más
afectadas son: rodilla, codo, tobillo, hombro, cadera, e importantes grupos
musculares como: muslo (cuadríceps femoral), pantorrilla (gastrocnemios y
sóleos), antebrazo, brazo (bíceps y tríceps), glúteos mayores y de singular
importancia, la hemorragia del músculo psoas ilíaco por la forma de
presentación y la gravedad que conlleva un sangramiento en esta estructura
retroperitoneal. Otras
manifestaciones clínicas son las hemorragias observadas en diferentes regiones
del cuerpo humano, las del sistema nervioso central, que pueden ser
intraparenquimatosas, subaracnoideas o intramedulares, que producen una
mortalidad elevada si no son tratadas oportunamente; las pulmonares del parénquima, pleuras
o en forma de hemoptisis; las
mediastinales, urinarias,
digestivas, oftálmicas, de la mucosa oral, entre otras menos frecuentes.
Esta enfermedad está caracterizada por una heterogeneidad fenotípica y alélica. Más de 1.000 mutaciones han sido descritas para cada hemofilia y siempre causan un fenotipo hemorrágico. En el registro más reciente de mutaciones en la HB se encuentran 1.918 pacientes. Se incluyen deleciones de tamaño variable y cerca de 1.500 mutaciones puntuales: con sentido erróneo y sin sentido, en el sitio de empalme, en el promotor, entre otras localizaciones. En el caso de la HA, las mutaciones más frecuentemente observadas son las inversiones, las grandes deleciones y las mutaciones puntuales (con sentido erróneo y sin sentido).
La gravedad de las manifestaciones
clínicas va a estar dada fundamentalmente por los niveles plasmáticos del
factor VIII (FVIII) y IX (FIX), que han resultado de la mutación que se
presenta. Según recomendaciones del Subcomité de los Factores VIII/IX del
Comité Científico de la Sociedad Internacional de Hemostasia y Trombosis, la hemofilia se clasifica en relación
con los niveles de actividad de los factores de la coagulación en: severa
(actividad menor del 1%), moderada (actividad entre el 1-5%) y leve (actividad
mayor del 5 y hasta el 40%). El nivel del factor deficitario es similar en
todos los miembros afectados de una familia. Está demostrado que para definir
un estado de gravedad no sólo es el nivel del factor el que lo condiciona, sino
otros factores que determinarán la capacidad de cada paciente para generar
trombina.
Se han estudiado varios
factores que podrían influir en las características fenotípicas variables de
estos pacientes; entre ellas se encuentran: las características intrínsecas de
los factores VIII/IX, la presencia de genes modificadores de los genes de estos
factores con efectos epistáticos que influyen sobre la severidad de la
enfermedad, por ejemplo, los genes relacionados con ciertos estados
trombofílicos. La heterogeneidad
del fenotipo, además, se manifiesta de otras disímiles formas; el momento de
inicio de las hemorragias suele variar aún en los pacientes con igual
severidad. Hay pacientes que han presentado eventos hemorrágicos desde la etapa
neonatal, durante el momento del parto, otros en la etapa de lactantes cuando
son sometidos a las vacunaciones o punturas. En los niños, los sangramientos
más observados son los pequeños hematomas subcutáneos y la ruptura del frenillo
labial, que ocurren cuando comienzan a deambular. Otro aspecto a considerar es la
variación en la frecuencia de los sangramientos y la afectación que se produce
en las articulaciones con el consecuente daño articular.
Otros factores descritos
han sido los marcadores de angiogénesis y de respuesta inflamatoria. Se ha sugerido, a partir de
investigaciones en la artritis reumatoidea, que los niveles altos de
interleucina (IL) 10 e interferón-g pudieran
tener un efecto protector contra el deterioro articular. Otros estudios
evidencian que el aumento de las citoquinas proinflamatorias IL1b, IL6, factor
de necrosis tumoral alfa (TNFα) en la membrana sinovial de las
articulaciones de los hemofílicos unido con el hierro, monocitos y fibroblastos
locales, son capaces de generar superóxidos y radicales libres que pueden
inducir la expresión de diversos oncogenes, entre ellos el c-myc, lo que ejerce
un efecto sinérgico en la proliferación y daño articular observado en este
grupo de pacientes. Los
marcadores de angiogénesis han sido igualmente estudiados, entre ellos, el
factor de crecimiento del endotelio vascular, que se ha observado aumentado en
pacientes con artropatía crónica.
Una complicación seria y
no poco frecuente que caracteriza el fenotipo de estos pacientes, lo
constituyen los inhibidores (anticuerpos contra los factores VIII/IX
infundidos), que son inducidos por la terapia sustitutiva con una incidencia
variable según diferentes estudios. Estos aloanticuerpos inhibidores tipo IgG
fundamentalmente clase 4, son anticuerpos neutralizantes que interfieren en la
función de los FVIII y FIX con implicaciones clínico-terapéuticas importantes
como la dificultad para el remplazo de forma terapéutica de los factores de la
coagulación. Está demostrado que los epítopes antigénicos son específicos y
están localizados fundamentalmente en las dominios A2, C2, y C1 del FVIII. Esta
complicación se observa con mayor frecuencia en la HA, entre el 12-35%, y en la
HB es significativamente más baja, entre el 1-4%. La presencia de estos inhibidores
agrava la evolución clínica de los pacientes, aumenta los costos del manejo de
los eventos hemorrágicos y eleva ampliamente la morbimortalidad. En los pacientes
severos se observa con mayor incidencia, alrededor del 50 %, y en los leves y
moderados disminuye de forma considerable la incidencia de aparición a valores
entre el 3-13%. Existen
diferentes factores de riesgo que parecen relacionarse con la formación de
inhibidores que pueden ser genéticos y no genéticos. Dentro de los primeros
encontramos el tipo de defecto molecular, etnicidad, inmunofenotipo HLA,
defecto molecular de genes de citoquinas e historia familiar. En los de tipo no
genéticos se encuentran: el tipo de producto utilizado, la intensidad de las
primeras infusiones, la edad de la primera infusión, el número y patrón de
exposiciones al factor exógeno, el método de infusión, el producto utilizado,
la transfusión sanguínea previa al remplazo del factor, las enfermedades
febriles concomitantes y las vacunaciones.
Desde el punto de vista de
mutaciones asociadas con estos inhibidores, se observan con mayor frecuencia la
inversión del intrón 22, aproximadamente en el 50% de los casos; menos
frecuentes están la inversión del intrón 1, las grandes deleciones y las
mutaciones sin sentido. La historia familiar se ha demostrado que triplica la
probabilidad de que aparezcan los inhibidores. En una pequeña investigación
controlada realizada en Estados Unidos, donde se estudiaron 78 pacientes
afronorteamericanos con igual severidad y patrón de mutaciones, se demostró
mayor prevalencia de 2 haplotipos relacionados con el FVIII. Se evidenció que en este grupo de
pacientes, los haplotipos predominantes eran diferentes a los encontrados en
los enfermos de origen caucásico. Los productos de remplazo utilizados fueron
igualmente estudiados y se observó que en ellos predominaban los haplotipos
descritos en los pacientes de origen caucásico. Aunque este fue un estudio pequeño,
trató de explicar las diferencias encontradas en pacientes de orígenes
africanos y caucásicos.
Es importante conocer si se
trata de una nueva mutación o es un caso heredado para establecer un pronóstico
frente a otros hijos. En los heredados, suele haber casos familiares. Debido a
su transmisión por el cromosoma X, en un varón afecto todas sus hijas serán
portadoras y no habrá hijos varones enfermos. Las mujeres portadoras tendrán un
50% de hijos varones afectos y un 50% de mujeres portadoras. Los árboles
genealógicos pueden ayudar a establecer a las portadoras obligadas. También, se
puede hacer un estudio de la actividad del FVIII o FIX en madres de varones
enfermos graves, pues suelen estar disminuidos. El estudio genético es
complejo, puesto que se han descrito más de 2.500 mutaciones diferentes, pero
puede ayudar a confirmar o descartar las posibles portadoras. De forma
excepcional, las mujeres pueden tener clínica y niveles bajos del FVIII o FIX,
bien por el fenómeno de inactivación al azar de un cromosoma X (fenómeno de
Lyon), por ser portadoras de anomalías en ambos genes, tanto de origen paterno
como materno, o por enfermedad de Turner. Se puede realizar un diagnóstico
prenatal por biopsia de vellosidad coriónica (10-14 semanas de gestación –SG–)
o amniocentesis (15-20 SG). Es posible determinar el sexo del feto a las 7 SG
por estudio de DNA fetal en sangre materna y evitar exploraciones más invasivas.
También, se ha desarrollado el diagnóstico genético pre-implantacional para seleccionar
un embrión carente de la mutación antes de su implantación en el útero.
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