La enfermedad de Huntington (EH), también conocida como corea de Huntington, es una
grave y rara enfermedad neurológica, hereditaria y degenerativa. La EH se llama
así en honor de George Huntington, un médico americano que describió la enfermedad en 1872 y,
además, identificó su carácter hereditario. Los síntomas de la enfermedad pueden
variar significativamente entre pacientes, incluso entre hermanos y parientes
próximos. Esto se debe a que, junto a la mutación específica de la proteína de
la huntingtina, intervienen
además otros factores hereditarios. La enfermedad produce alteraciones
psiquiátricas y motoras, de progresión muy lenta, durante un periodo de 15 a 20
años. El rasgo externo más asociado a la enfermedad es el movimiento exagerado
de las extremidades (movimientos coréicos) y la aparición de muecas repentinas.
Progresivamente a los pacientes, se les hace más difícil el hablar y recordar y
en las etapas finales, la duración de los movimientos se alarga, manteniendo
los miembros en posiciones complicadas y dolorosas durante un tiempo que puede
prolongarse hasta horas. No obstante, los trastornos psíquicos graves, que
anteceden normalmente a los musculares, son los rasgos característicos de la
enfermedad. Esta puede desencadenar episodios depresivos reiterados con
repercusiones negativas en el entorno de allegados. Las facultades cognitivas
disminuyen, así como la memoria, y la capacidad de concentración empeora. La
enfermedad termina siendo causa de demencia en los pacientes. También, cabe
decir que el sufrimiento acarreado por la propia enfermedad y sus secuelas
puede conllevar deseos de suicidio.
La incidencia
entre los europeos de esta enfermedad es de 1 entre cada 10.000. El gen
responsable de esta enfermedad se encuentra muy cerca del telómero (extremo)
del brazo corto del cromosoma 4 (4p16.3). En su parte inicial, el gen normal
tiene una serie de repeticiones de un triplete de CAG en un número que puede variar
entre 8 y 35 repeticiones (se trata de un polimorfismo). La enfermedad se
desencadena cuando la longitud de las repeticiones de CAG sobrepasa el umbral
de 35 tripletes. Se ha
encontrado que existe una correlación negativa muy significativa entre la edad
de inicio de la enfermedad, definida como la edad a la que aparecen los
primeros desórdenes bien definidos, y la longitud de las repeticiones CAG. Incluso,
se ha observado que aparece de forma cada vez más prematura con cada nueva
generación, que hereda la enfermedad de alguno de los padres. Esto se explica
porque la DNA polimerasa, al replicar la región de CAG, añade algunas
repeticiones más por defecto; por lo que cada generación presenta un número más
elevado de repeticiones y comienzan a experimentar los síntomas de la
enfermedad a una edad más temprana. También hay una correlación negativa,
aunque menos significativa, entre la longitud de dichas repeticiones y la edad
del fallecimiento. Como ya se ha comentado, este gen codifica para una proteína llamada huntingtina cuya
función se desconoce y que se expresa en muchos tejidos pero particularmente en
el cerebro. La mutación aparentemente desencadena una ganancia de función en la
huntingtina aunque tampoco se sabe con exactitud cuál es esta nueva función de
la proteína. Lo que se supone es que se trata de un efecto tóxico ya que el
resultado final es la muerte de las neuronas espinosas medianas primero en el
cuerpo estriado y posteriormente en otras zonas del cerebro.
Actualmente y más en concreto en esta enfermedad, se puede determinar la manifestación futura de la misma mucho antes de que empiecen los primeros síntomas en un paciente y también el riesgo al que están expuestos los familiares. Esta determinación requiere un análisis de marcadores de ADN cercanos al gen de la huntingtina pero las muestras deben ser también de miembros de la familia del paciente. Además hay que añadir que un diagnóstico presintomático se puede traducir en una sentencia de muerte ya que no hay cura a la Enfermedad de Huntington. Todo esto supone una serie de problemas ético sociales que tienen que tener en cuenta los médicos y consejeros genéticos. Por ejemplo, si es una prueba presintomática, el paciente debe dar su consentimiento para que se informe a sus parientes del resultado y las consecuencias que les afectan; en el sentido contrario de la cadena de acontecimientos, los parientes deben estar de acuerdo en ceder sus muestras de sangre y cada persona relacionada debe estar informada acerca de las consecuencias que pueda tener su decisión y tiene total derecho a tomar una decisión propia. De esta forma cada uno tiene derecho a no conocer su situación pero esto choca con el derecho de los familiares a conocer esa información. Esto supone un problema con la confidencialidad (obligada en medicina) en pruebas de personas emparentadas y de hecho, en estudios que se han realizado, el 50% de los familiares de pacientes con Corea de Huntington se han negado a conocer su estado con respecto al gen de la huntingtina. Otra posibilidad es que los padres quieran conocer el riesgo del feto, pero no el suyo propio. En este caso se pueden utilizar marcadores ligados al ADN, en vez de un test genético directo. Este tipo de test no busca el gen EH en el padre sino que indica si el feto ha adquirido el cromosoma 4 de un abuelo afectado o de uno que no lo esté, en el marco de una familia con EH. Si la prueba demuestra que el feto ha heredado el cromosoma 4 del abuelo afectado, los padres sabrán que el riesgo es el mismo que el del padre (50-50). Si el test muestra que el feto ha adquirido el cromosoma 4 de un abuelo no afectado, el riesgo es muy bajo (<1%). Teniendo en cuenta la viabilidad técnica de las pruebas prenatales en EH, y la severidad de la enfermedad, se podría esperar que el diagnóstico prenatal se solicitara con frecuencia. Sin embargo, muchas parejas expresan su ansiedad acerca de tener hijos ya que no desean ningún niño de los suyos a crecer con un padre afectado, aunque se sabe que el niño no estaría en riesgo debido a las pruebas prenatales.
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