lunes, 27 de febrero de 2017

Genética de las Enfermedades Mentales: Depresión



La depresión es un trastorno mental frecuente, que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración. La depresión puede llegar a hacerse crónica o recurrente y dificultar sensiblemente el desempeño en el trabajo o la escuela y la capacidad para afrontar la vida diaria. En su forma más grave, puede conducir al suicidio. Si es leve, se puede tratar sin necesidad de medicamentos, pero cuando tiene carácter moderado o grave se pueden necesitar medicamentos y psicoterapia profesional. La depresión es un trastorno que se puede diagnosticar de forma fiable y que puede ser tratado por no especialistas en el ámbito de la atención primaria.
La depresión puede aparecer en cualquier época de la vida, siendo más frecuente entre los 18 y 44 años de edad y con una edad media de inicio de alrededor de 27 años. La incidencia de este trastorno en la población es de 10 nuevos casos por cada 1000 individuos a lo largo de un año. Los estudios epidemiológicos ponen de manifiesto, con algunas excepciones, que en las mujeres la prevalencia, incidencia y riesgo mórbido por el trastorno depresivo son dos veces mayores que en los hombres. De esta manera, la prevalencia del trastorno en muestras de población general varía en un rango del 2,6% al 5,5% en los hombres y del 6,0% al 11,8% en las mujeres. Otros estudios que contemplan fenotipos más amplios de depresión muestran prevalencias mucho más elevadas, con un rango de variación que va desde un 10-12% en hombres hasta un 20-25% en mujeres.






La depresión, al igual que la mayoría de enfermedades que afectan al ser humano, tiene un componente genético y un componente ambiental. Esta enfermedad no sigue un patrón clásico de herencia mendeliana, sino que se considera que sigue un modelo de umbral de susceptibilidad. Este modelo explica que hay una variable que es “susceptibilidad para desarrollar la enfermedad” y que ésta se reparte de forma continua en la población, de manera que solo los individuos que superen un determinado umbral de esta variable manifestarán el trastorno. Neurotrasmisores y hormonas como la serotonina, la dopamina y la norepinefrina están vinculadas con la depresión, ya que problemas como una capacidad baja para producirlas hace que las personas estén predispuestas a tomarse peor algunas situaciones. Dos estudios independientes de investigadores de la Universidad de Washington (EEUU) y del King’s College de Londres (Reino Unido) identificaron una región del cromosoma 3 que contiene hasta 90 genes relacionados con la depresión severa. Por otro lado, un estudio en el que se secuenció parcialmente el genoma de 5303 mujeres chinas con depresión clínica hecho por un consorcio científico internacional halló dos genes en el cromosoma 10 implicados en el desarrollo de la depresión: SIRT1 y LHPP. El gen SIRT1 (sirtuina) está implicado en la generación de mitocondrias (orgánulos que dan energía a la célula), lo que sugiere que las mitocondrias podrían estar implicadas en este trastorno mental. Se ha visto que los pacientes con depresión tienen más ADN mitocondrial. El gen LHPP (fosfolisina fosfohistidina), en cambio, es un gran desconocido. Sin embargo, según estos estudios, los genes no tienen la última palabra a la hora de determinar si una persona va a sufrir o no depresión, el ambiente es también un factor importante y un entorno favorable puede anular la predisposición escrita en el ADN. Del mismo modo, también es posible tener depresión en ausencia de una predisposición genética si se está en un entorno desfavorable (monótono, estresante…).




La depresión mayor, junto con episodios maníacos y trastornos psicóticos son los principales trastornos mentales asociados a suicidio e intento suicidio. Síntomas independientes como ansiedad, agitación, alteración del sueño y trastornos psicosomáticos, así como los cambios de carácter y la labilidad afectiva e irritabilidad son menos habituales. El riesgo aumenta cuando los trastornos del estado de ánimo (como la depresión) se asocian con el abuso de sustancias, alcoholismo y/o existen antecedentes de conductas agresivas. Un análisis, realizado por científicos de la University of Western Ontario, del tejido cerebral de personas depresivas que se suicidaron, en comparación con el tejido de personas que murieron repentinamente, como de ataques al corazón u otras causas, señala que el genoma de los suicidas se había modificado químicamente siguiendo un proceso normalmente relacionado con la regulación celular denominado regulación epigenética. El ADN de los seres humanos codifica aproximadamente 40.000 genes y estos genes son los mismos en todas las células de nuestro cuerpo. La única razón por la que una célula de la piel se convierte en una célula de la piel en lugar de en una célula del corazón (por poner un ejemplo) es que sólo una parte de esos 40.000 genes se expresan, mientras el resto son paralizados por el proceso epigenético de la metilación del ADN. Los científicos descubrieron que la tasa de metilación en los cerebros de los suicidas era diez veces mayor que la de los cerebros del otro grupo de fallecidos. El gen que había sido “detenido” en las personas depresivas analizadas era el receptor de uno de los neurotrasmisores que juega un importante papel en la regulación del comportamiento. Según los investigadores, esto demuestra que los factores genéticos y ambientales interactúan para producir modificaciones específicas en los circuitos del cerebro y que dichas modificaciones perduran en el tiempo. 





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