La obesidad es una enfermedad crónica de origen multifactorial con
características de epidemia en los países occidentales. Desde hace tiempo, la
obesidad ha dejado de ser considerada simplemente un problema estético para
convertirse en un verdadero problema de salud pública ya que es un factor de
riesgo asociado a muchas otras enfermedades como enfermedades cardiovasculares,
hipertensión, diabetes, enfermedades inflamatorias y ciertos tipos de cáncer.
Además, se ha comprobado que los individuos obesos presentan una mayor probabilidad
de contraer enfermedades infecciosas y responden peor a determinados tipos de
vacunas comparados con individuos delgados. Según los datos de la Organización
Mundial de la Salud (OMS), se estima que al año fallecen aproximadamente 3,4
millones de personas debido a la obesidad. En España, el Instituto Nacional de
Estadística (INE), calcula que el 18% de los varones y el 16% de las mujeres en
edad adulta presentan obesidad.
Existen numerosas causas de la obesidad, entre ellas la dieta y el
sedentarismo tienen gran parte de responsabilidad así como alteraciones
hormonales, factores sociológicos, medioambientales o neuroendocrinos. En los
últimos años con el desarrollo de la genética molecular se ha aplicado esta
tecnología al estudio de la obesidad. En
la actualidad, se considera que la obesidad se debe en la mayoría de los casos a
interacciones complejas entre todos estos factores. Se han identificado hasta
430 sitios cromosómicos con genes y regiones genómicas relacionados con la
regulación de procesos metabólicos, el gasto energético y la ingesta de
alimentos. Sin embargo, estos estudios también han demostrado que la
contribución aparente sobre la masa y la composición corporal de muchos de los
genes identificados es relativamente baja, sugiriendo que todavía se desconocen
muchos genes, procesos metabólicos y/o interacciones con otros factores de
riesgo que puedan explicar cómo se origina la obesidad. De hecho, el gen FTO
(del inglés, fat mass and obesity-associated
gene) decubierto en 2007 y que parece ser el que mayor incidencia tiene,
por sí mismo sólo influye en aproximadamente el 1% de la variación del peso
corporal.
En los últimos 10 años, se ha desarrollado una técnica denominada estudios
de asociación de amplitud genómica (GWAS, genome
wide-associated studies). Mediante esta técnica, se ha limitado el número
de regiones genéticas con mutaciones que aparecen frecuentemente en individuos
obesos a 75. En la actualidad existen diversas compañías genéticas y
laboratorios que ofrecen la posibilidad de realizar estudios nutrigenómicos
para detectar el riesgo de padecer obesidad en individuos que se basan en estos
estudios. Sin embargo, queda mucho por descubrir. Como se ha comentado anteriormente,
los investigadores de obesidad tienen claro que aún no se han descubierto todos
los genes implicados. Incluso el hecho de considerar la obesidad como una única
enfermedad está en entredicho ya que hace sólo unos meses se ha hecho público
que los científicos han empezado a considerar que la obesidad en realidad son
diversas enfermedades dependiendo de su origen y no una única enfermedad como
se venia considerando. Tampoco se conocen todas las interacciones entre genes y
nutrientes o si ellas dependen de otros factores como el sexo, la edad, el origen
étnico, la actividad física o factores ambientales. Por tanto, de momento, la
nutrigenómica y los test que existen en el mercado, pueden ser una ayuda para
la composición de una dieta personalizada para cada individuo. Eso sí, es
importante recalcar que la personalización de una dieta no puede ni debe
basarse únicamente en el perfil genético.
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