En
1964, Michael Lesch y Willian Nyhan proporcionaron la primera
descripción detallada de un trastorno genético asociado a dos
elementos clínicos: sobreproducción de ácido úrico y disfunción
neurológica grave. Las bases moleculares y bioquímicas del Síndrome
de Lesch-Nyhan (SLN) se han caracterizado en años posteriores. En
1967, Seegmiller describió la ausencia completa en estos pacientes
de actividad hipoxantina-guaninafosforribosiltransferasa (HPRT),
enzima crucial en el metabolismo de las bases purínicas.
Posteriormente, se estableció que el gen que codifica dicha enzima
se localiza en el locus
q26-q27 del
cromosoma X, y que el defecto se transmite de forma recesiva ligada
al sexo, por lo que casi todos los afectados son varones, mientras
que las mujeres, aunque pueden ser portadoras, padecen la enfermedad
ocasionalmente. La deficiencia de HPRT origina un descenso en la
reutilización de bases púricas y un aumento en la síntesis de
purinas de
novo.
La manifestación bioquímica inmediata de este defecto enzimático
es el aumento de la síntesis de ácido úrico, que se distribuye en
cantidades excesivas por todos los fluidos corporales y favorece la
precipitación de uratos en el sistema excretor renal, que puede dar
lugar a cristalurias, nefrolitiasis o nefropatías obstructivas. La
artritis gotosa, suele ser una expresión articular tardía de la
deficiencia de HPRT, que se caracteriza por su enorme agresividad y
aparición en edad juvenil, de depósitos subcutáneos sólidos
denominados tofos.
No
se conoce todavía la conexión entre el déficit enzimático y las
manifestaciones neurológicas características del SLN. Los
resultados de las primeras investigaciones establecieron que la
actividad de HPRT es más alta en los ganglios basales que en otros
tejidos. Estudios posteriores sobre ratones con deficiencia de HPRT
indicaron que el déficit de esta enzima ocasiona lesiones en el
sistema dopaminérgico en períodos tempranos del desarrollo. Las
manifestaciones neurológicas del SLN son las típicas de las
lesiones que afectan a los ganglios basales y parecen relacionarse
con la gravedad del defecto enzimático. Existen casos de ‘defectos
parciales de HPRT’ o síndrome de Kelley-Seegmiller, en los que,
junto a la hiperuricemia, puede no haber alteraciones neurológicas o
presentarse de forma menos dramática. Por este motivo, y sobre la
base de resultados clínicos, enzimáticos y moleculares, los
pacientes se clasifican en cuatro grupos, según la gravedad de su
afectación neurológica.
El
SLN tiene una incidencia aproximada de 1/100.000 de los nacimientos
vivos y suele comenzar entre los 3 y 6 meses de edad. La
característica más notable es un retraso global del desarrollo
psicomotor acompañado de alteraciones motoras, que a menudo es
inicial y erróneamente diagnosticado como encefalopatía crónica.
Al final del primer año, la mayoría de los afectados presentan
trastornos extrapiramidales, como distonía, atetosis y corea. En el
segundo año aparecen signos piramidales: hiperreflexia
osteotendinosa, clono, respuesta cutaneoplantar extensora e
hipertonía de los músculos aductores de la cadera (‘piernas en
tijera’). Los niños inicialmente pueden ser hipotónicos o
hipertónicos, pero finalmente predomina la hipertonía. Esta
sintomatología motriz se mantendrá de forma crónica y permanente;
los pacientes con SLN llegan a precisar asistencia para la
sedestación y la bipedestación, y les resulta prácticamente
imposible la deambulación. La manifestación neurológica más
llamativa es la tendencia a la automutilación. Se registra en un 85%
de los casos y constituye a menudo un dato esencial para llegar a un
diagnóstico concluyente. Un rasgo específico es la rapidez con la
que estos pacientes logran automutilarse, a pesar de sus dificultades
motrices. El carácter compulsivo de este rasgo diferencia al
paciente con SLN de otras encefalopatías que pueden cursar con
conductas autolesivas de naturaleza estereotipada. El desarrollo de
esta inclinación comienza aproximadamente a los 2 años de edad y
coincide con la dentición, y disminuye generalmente hacia los 12
años, con el aumento del autocontrol; depende siempre de diversas
condiciones, entre las que figuran períodos de tensión o estrés y
los ambientes desconocidos por el enfermo. Algunos autores afirman
que este comportamiento se utiliza incluso para obtener objetivos
concretos. Los pacientes con SLN no parecen tener deficiencia en la
sensibilidad dolorosa, son conscientes de su inclinación a la
automutilación y sufren con esta conducta.
En
cuanto a la capacidad cognitiva, el retraso mental se ha descrito
como uno de los rasgos centrales de la enfermedad. Los resultados en
diversos estudios, sin embargo, han sido equívocos. Las limitaciones
físicas de los pacientes imposibilitan un examen adecuado e impiden
valorar su inteligencia con las pruebas habituales. Los abundantes
movimientos involuntarios y sincinesias que limitan la precisión
motriz, así como la disartria, pueden impedir una comunicación y
destrezas adecuadas para la valoración fiable de sus capacidades
cognitivas. La enfermedad de Lesch-Nyhan sigue constituyendo hoy día
una rareza, por lo que el interés de su diagnóstico y evaluación
biológica, desde un punto de vista de la salud pública, es
limitado. Sin embargo, su diagnóstico posee una gran trascendencia
para cada caso individual, ya que la correcta identificación de la
enfermedad permitirá fácilmente y mediante el tratamiento adecuado,
reducir la morbilidad de los pacientes (lesiones de automutilación,
insuficiencia renal, graves infecciones sobreañadidas sobre tofos o
anemia megaloblástica) y mejorar su calidad de vida, aunque, de
momento, la eficacia de la actuación médica sobre la afección
neurológica sea muy escasa.
Cuando
existe en una familia un paciente afectado de enfermedad de
Lesch-Nyhan, la probabilidad de que las mujeres sean portadoras y de
que un hijo varón se halle afectado es del 50%. Por tanto, todas las
mujeres deberían analizar su condición de portadora para someterse
a consejo genético en una consulta de asesoría genética. En el
caso de que no lo hayan hecho antes de un embarazo, procede entonces
el diagnóstico prenatal, que se hace indispensable ante las
dificultades para el tratamiento de fondo del proceso. Tal
diagnóstico prenatal puede hacerse mediante la
determinación de la actividad enzimática de HGPRT en amniocitos, en
veliosidades coriónicas o en sangre fetal obtenida mediante
funiculocentesis; este último procedimiento ofrece un menor riesgo
de pérdida fetal que los anteriormente citados (del 1 al 1,9% frente
a del 2 al 3,4% con biopsia corial). En cualquier caso, las técnicas
de diagnóstico prenatal requieren una metodología sofisticada y en
manos de expertos.
El
gen codificador de la HGPRT se localiza en el cromosoma X en la
región q26-q27 y consiste en nueve exones y ocho intrones, que
totalizan 57 kilobases (Kb); este gen es transcrito a un RNA
mensajero que contiene una región codificadora de proteínas de 654
nucleótidos. Con la introducción de técnicas de biología
molecular progresivamente refinadas y asequibles a laboratorios de
cierto nivel, ahora es posible conocer los fenómenos moleculares en
los déficit de HGPRT. Se han referido diversas mutaciones en el exón
3 del gen regulador de la enzima motivadas por variaciones concretas
de bases en los tripletes que codifican algunos aminoácidos, con la
consiguiente sustitución de los mismos. Se conocen así diversas
variantes enzimáticas según la alteración molecular de su gen
codificador, como la HGPRT Yale, HGPRT New Haven o la HGPR Tokyo. Se
han encontrado también duplicaciones del gen de HGPRT. Aunque por el
momento no es posible correlacionar el tipo de mutación génica con
la intensidad de la perturbación funcional enzimática al
desconocerse la estructura tridimensional de la HGPRT, es posible que
las distintas mutaciones impliquen déficit funcionales de diversa
magnitud, que tengan que ver con la diferente expresión fenotípica
del síndrome (incluida la intensidad de las manifestaciones
neurológicas). Del mismo modo que las variantes moleculares
conocidas hasta este momento correspondían a enfermos con síndrome
de Lesch-Nyhan, se ha apuntado la posibilidad de que la HGPRT Madrid
sea peculiar de la forma de Paterson-Kelly, aunque para ello deberían
conocerse más casos estudiados con la misma metodología.
Así
pues, el síndrome de Lesch-Nyhan sigue siendo hoy, 30 años después
de su primera descripción, un modelo patológico que ofrece un
triple interés. En primer lugar, desde el punto de vista clínico,
en las esferas de la medicina interna, la pediatría y la neurología,
principalmente. Debe destacarse la presentación a veces pleomórfica
que puede adoptar la enfermedad, que va desde un cuadro más o menos
clásico de gota o una anemia macrocítica de difícil comprensión,
a las formas completas, que inequívocamente conducen al clínico al
diagnóstico de presunción inmediato. En tales formas, más o menos
frustres, el diagnóstico será un difícil y a la vez estimulante
reto para el internista, mientras que en los casos plenamente
desarrollados es fácil realizar un brillante diagnóstico, sobre la
base de un buen quehacer clínico. En segundo lugar, la enfermedad
posee un especial interés desde un punto de vista bioquímico,
puesto que hoy es posible llegar a documentar con toda precisión la
naturaleza de la alteración enzimática en diferentes dianas
celulares. Por último, posee un interés molecular o genético, ya
que la identificación de la variante molecular de HGPRT puede tener
relación con la forma de expresión clínica. Tal vez en un futuro
próximo, el mejor conocimiento de estas alteraciones, de las
mencionadas relaciones de las mismas con las anomalías bioquímicas
y con la expresión clínica pueda facilitar la selección de
determinados casos en los que la actuación terapéutica a nivel
génico fuera abordable. Por fortuna, la deficiencia congénita de
HGPRT no es una desconocida para clínicos y científicos españoles
y ahora, la descripción de la HGPRT Madrid viene a ser como el
espaldarazo a nuestros internistas, bioquímicos y genetistas con
respecto al conocimiento y manejo de esta enfermedad.
Para
aclarar cualquier duda, si quiere más información o si quiere
solicitar una consulta, no dude en contactar con las consultas
externas del Hospital
Dr. Gálvez
(Málaga) por correo electrónico en la
dirección consultas@hospitalgalvez.com
o
llamando al teléfono 952 062 808 o en Clínica
Ochoa
(Marbella) en el correo info@clinicaochoa.com
o llamando al 952 861 400.
No hay comentarios:
Publicar un comentario