La acondroplasia (AC) es un síndrome autosómico dominante en
el que se presenta una mutación específica en el gen que codifica para el
receptor 3 del factor de crecimiento del fibroblasto (FGFR3), que se encuentra
en el cromosoma 4. Anualmente afecta a uno de cada 26,000 nacimientos. Se
caracteriza fenotípicamente por baja estatura, macrocefalia, acortamiento de
las extremidades y un racimo de deformidades esqueléticas. En 80% de los pacientes
resulta de una manifestación de
novo. El riesgo de muerte súbita en
recién nacidos heterocigotos con AC se documentó por primera vez hace una década.
Se demostró, además, que el riesgo de muerte en los niños con AC puede
acercarse a 7.5% en gran parte debido a la compresión de la médula cervical. Las
complicaciones más frecuentes de la acondroplasia son las siguientes: Compresión cérvico-medular (que
puede manifestarse de dos formas: Compresión
cérvico-medular brusca y Compresión cérvico-medular tardía; disfunción
respiratoria; manifestaciones neurológicas y obesidad.
El diagnóstico puede
realizarse generalmente en base a las características clínicas y a rasgos muy
específicos de las radiografías, que incluyen base contraída del cráneo, pelvis
de forma cuadrangular con una pequeña incisión sacrociática, pedículos cortos
de las vértebras, acortamiento rizomélico (proximal) de los huesos largos,
manos en forma de tridente, tronco de longitud normal, radiolucencia femoral
proximal, y (en la mitad de la infancia) una forma de v característica de la epífisis
femoral distal. Otros desórdenes de enanismo rizomélico como la
hipocondroplasia y la displasia tanatofórica son parte de un diagnóstico
diferencial, pero la acondroplasia se distingue generalmente de aquéllos porque
los cambios en la hipocondroplasia son más ligeros y los cambios en la displasia
tanatofórica son mucho más graves e invariablemente mortales. La acondroplasia
es un desorden autosomal dominante pero aproximadamente un 75% de los casos
presentan mutaciones dominantes nuevas. La acondroplasia está causada por una
mutación en el gen que codifica el receptor tipo 3 del factor de crecimiento fibroblástico
(FGFR3). Los tests moleculares son
sencillos ya que virtualmente todas las mutaciones causales ocurren exactamente
en el mismo lugar dentro del gen. No hace falta realizar tests moleculares en
todos los niños con un diagnóstico clínico de acondroplasia. Sin embargo, los
tests FGFR3 deberían realizarse en
niños que sean de algún modo
atípicos o en circunstancias en que la diferenciación de desórdenes similares, como
la hipocondroplasia, no sea segura. Estos niños deberían ser igualmente
remitidos a una evaluación en una consulta de consejo genético.
La secuencia de ADN del gen FGFR3
ha revelado que en los individuos acondroplásicos existe una mutación que
cambia un aminoácido guanina por otro adenina (en el 98% de los casos) o
citocina (en el 2%), en el nucleótido 1138. Ambas mutaciones resultan en la
sustitución de una arginina por una glicina en la posición 380 de la proteína, lo
cual corresponde a la región transmembranal (RTM) del Receptor 3 del FGF.
También se ha observado una rara mutación que da lugar a una sustitución de la
glicina 375 por una cisteina. La consecuencia de esta mutación es la inhibición
de la diferenciación de los condrocitos y la formación de hueso. Esto da lugar
a una formación anormal de la parte interna (endocondral) del hueso, ya que la
osificación del perióstio (capa que recubre al hueso) y la zona intramembranosa
son normales. Se afecta la formación del cartílago intersticial por lo que los
núcleos de crecimiento (fisis) dejan de proliferar. La acondroplasia es un
desorden autosomal dominante, pero entre el 75 y 90% de los casos son debidos a
nuevas mutaciones de un gen dominante. La tasa de mutación es relativamente
elevada y se estima estar entre 1.72 y 5.57x10-5 por gameto y generación. Se considera
que la incidencia de esta anomalía oscila entre un caso cada 10.000 o 100.000 habitantes.
En España su frecuencia es de un caso cada 40.000 habitantes, aunque esta proporción
no se mantiene en las diferentes regiones del País. En familias formadas por progenitores
de talla normal, con un hijo acondroplásico, la posibilidad de tener otro hijo con
la misma anomalía es la misma que en el resto de la población. La posibilidad
de tener un hijo acondroplásico es del 50% si uno de los padres es ya
acondroplásico y el otro no; en cambio si ambos padres padecen esta anomalía
genética, la probabilidad de tener un hijo afectado es del 75%. En general, las
personas no afectadas no presentan riesgo elevado de tener descendientes
afectados, pero algunos padres con aspecto normal han tenido dos e incluso tres
descendientes con enanismo acondroplásico típico. La explicación radica en una
mutación en la línea germinal, es decir, un evento temprano en la vida
embrionaria del padre, o de la madre, de aspecto normal cuando sólo existen
unos pocos precursores de células germinales. La célula que posee la mutación
puede contribuir con numerosas células a la gónada en desarrollo. En estos
casos la probabilidad de tener otro hijo afectado puede ser del 50 %.
Aunque la
acondroplasia es una alteración puramente esquelética, hay ciertas alteraciones
que se presentan con mayor frecuencia en estos niños. Los niños afectados con acondroplasia
presentan de forma frecuente retraso motor que se recupera espontáneamente,
otitis media serosa, rinitis serosa y doblamiento de las rodillas. En la infancia
puede ocurrir una sintomática obstrucción de las vías respiratorias superiores,
desarrollo de cifosis toracolumbar, hidrocefalia, compresión del cordón
medular, maloclusión dentaria con mordida anterior abierta y obesidad. Algunos
casos desarrollan un raquitismo resistente. En ausencia de complicaciones, la
persona acondroplásica no presenta discapacidad significativa. No obstante,
debido a posibles desviaciones del desarrollo que se pueden experimentar en los
niños, es recomendable confiar su cuidado a profesionales sanitarios que
conozcan la historia natural de la enfermedad y siempre bajo un enfoque interdisciplinar
donde el protagonista sea el niño y la familia. Los niños acondroplásicos
muestran un desarrollo muscular adecuado que les permite realizar la mayoría de
las actividades de su edad. Sin embargo, la presencia de alteraciones en la
alineación de los miembros inferiores (ej. genu varo) puede ocasionar ciertas dificultades
funcionales al reducir la base de sustentación del niño y empeorar el
equilibrio, dando lugar a una marcha más penosa y con un mayor gasto
energético. En adultos, entre 20 y 40 años, la discapacidad habitual es la
originada como consecuencia de la presencia de estenosis de canal (pesadez al
andar, dolor en la parte baja de la espalda y flojera en las piernas, y
parálisis permanente en casos muy avanzados). La presencia de anomalías neurológicas
pueden dar lugar a diferentes grados de discapacidad relacionados con la conducta
(hidrocefalia), comunicación (sordera), cuidado personal (estenosis de canal lumbar),
locomoción (estenosis de agujero magno y de canal lumbar) y destreza
(hidrocefalia). Las personas acondroplásicas tienen una esperanza de vida
normal.
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